Hace veinte años me especialicé en terapias naturales y comencé a trabajar con ellas como apoyo importante en mi despacho de psicoterapia para la mejora de estados mentales y emocionales. Posteriormente, me especialicé en coaching y también las utilizo para mis clientes en la puesta a punto y durante el plan de acción que emprenden hacia sus objetivos y metas.
¿Por qué tras un trabajo importante de gestión de emociones, de inteligencia emocional, de psicoterapia, de coaching muchas personas no son capaces de conseguir sus objetivos tal y como se imaginan?
Socialmente, se habla mucho de la consecución de metas en los diferente ámbitos y se incide en ello dentro de un saco donde cabe todo.
Escuchamos diariamente que para ser una persona exitosa, tienes que conseguir tu sueños marcándote un plan de acción que te permita llegar a conseguirlos manteniendo tu motivación día a día. ¡Si otros lo consiguieron tu también puedes hacerlo! Eres único, original, si consigues ser tú mismo y haces algo grande, triunfarás en este mundo.
La cuestión es ¿qué se entiende por ser una persona exitosa? ¿qué es ser único y original? y… ¿qué es hacer algo grande?
Estoy comprobando cómo esta filosofía de vida, implantada en nuestra sociedad, es un arma de doble filo que vivo día a día en mi despacho.
El filo positivo es potenciar a la persona, que se conozca y se desarrolle haciendo uso de sus habilidades y de su originalidad. Que crezca, que evolucione siendo ella misma y que se acepte tal y como es para que pueda apoyarse en sus puntos fuertes y aprenda a discernir lo importante y lo inservible.
El otro filo es el egoísmo, la competitividad, la megalomanía, el exceso de humo y esos trucos de falsos magos que engañan mirando única y exclusivamente su propio beneficio. Todo esto que se fomenta cuando se mira hacia el bien personal y no hacia el bien común. Sobra egocentrismo y falta humanidad.
¿Qué es lo que está ocurriendo? Que muchas personas van raudas y veloces hacia la meta sin tomar bien la dirección porque creen que llegarán más rápido que nadie; otras aprovechan y te utilizan como apoyo para impulsarse y luego intentan aplastarte bajo la tierra; otras van forzadas y sin motivación, pero como otros van ellas también quieren hacerlo de igual manera; otras se sienten inferiores porque “muchas personas” de su alrededor consiguen cosas que ellas no pueden conseguir; otras gracias a algún que otro libro, piensan que “quieren tener mucho dinero” u esta o aquella cosa y lo repiten tantas veces como explica el libro y no lo consiguen, con lo cual dicen que el método dicen no funciona y se marchan a comprar lotería o a tirar la primitiva para que les saque de “sus apuros”.
Lo que ocurre es que, todo esto, te impulsa a ir hacia los objetivos de otros y te proyectas en ellos haciéndolos tuyos cuando realmente no lo son. Porque tú no eres ese otro, tú eres tú. No viviste la vida del modelo que ves ni vestiste sus zapatos, ni tu familia es la misma, ni el ambiente en el que vives tampoco. El modelo te puede inspirar, pero tú no eres él. Tienes que ser constante trabajando día a día para saber cuáles son primeramente tus propios objetivos desde todo tu potencial y ocurrirá todo con facilidad. De otra manera te estás forzando en ser otra persona que no eres y los objetivos que imaginas, al no ser tuyos, no tienen energía que los sustente y envías la energía que no tienes adonde no la hay.
Como decía ya hace muchos año el sociólogo Robert Bellah, “hoy, la división de las clases sociales no es entre clase baja y clase alta; en medio está la clase ansiosa, angustiada”.
¿Qué ocurre realmente con esa ansiedad y esa angustia? Qué merma continuamente nuestra energía vital. Esa energía, que es la que sustenta nuestra vida está perdida entre la vorágine diaria y nuestro sistema inmunológico se mantiene debilitado habitualmente, con lo cual nuestro cuerpo y nuestro cerebro están expuestos continuamente a una gran oxidación celular, que conlleva una rápida degeneración metabólica. Entramos en un círculo vicioso del que no es fácil salir.
Lo cierto es que cuando ocurre esto no es suficiente la inteligencia emocional, ni el coaching, ni la psicoterapia, ni la buena alimentación, ni el deporte. Se necesita algo más porque el cuerpo no acompaña por mucho que se intente. ¿Por qué?
Porque esa ansiedad y esa angustia son consecuencia del miedo por la incertidumbre y la inseguridad; tras él vienen la tristeza, el desánimo y muchas veces la vergüenza. Por mucho que prediquemos la psicología positiva, si el organismo no tiene una energía equilibrada que lo sustente y lo alimente, puede subir a positivo, pero inmediatamente baja porque esa energía vital no está en buen estado, no está centrada, unificada…, está dispersa y no puede potenciar al sujeto.
El combustible de la energía vital son la ilusión y la serenidad. Por otra parte la ansiedad y el stress son los depredadores más habituales de este tipo de energía.
Desde mi experiencia, la homeopatía y las flores de Bach en estos momentos dan grandes resultados porque van ir directamente a reorganizar la energía vital, son la recarga que puede ayudar a la persona a que de el salto y tome ya la posición que le corresponde, una posición de fuerza que le permita llevar a cabo sus aspiraciones de manera sencilla y liviana; y, tras el empuje de estos apoyos, esto sólo es posible desde la toma de conciencia de la propia realidad, desde la comprensión y la aceptación de uno mismo sabiendo así discernir lo importante e imprescindible de lo que no lo es.
Recomiendo llevar un estilo de vida acorde a la persona, pues cada persona es única y diferente e incido en el gran beneficio que aportan la meditación, la reflexión y la deceleración.
“Necesitamos más pensamiento. Reivindico la pausa, el silencio y la soledad. Vamos tan acelerados en todo que lo difícil es tomarnos un tiempo para reflexionar, discutir, escuchar a los demás y contrastar las opiniones antes de tomar una decisión”. Victoria Camps, filósofa.