El primer paso para aprender a vivir profundamente en el aquí y el ahora es hacer la práctica de detenerse a observar.
Esta pequeña historia zen tan conocida, habla de ello: Una mujer iba sobre un caballo galopando. Alguien, al verla, le grita: “¿A dónde vas?”. Y la jinete le contesta dándose la vuelta: “¡No lo sé, pregúntaselo al caballo!”.
Esta historia divertida al tiempo es cierta. Nosotros no sabemos exactamente a dónde vamos o por qué vamos tan deprisa sin parar un instante. Un caballo galopando nos está arrastrando y decidiéndolo todo por nosotros. Y nosotros le seguimos.
Este caballo se llama “la energía del hábito”. Es una energía que, posiblemente, la hayas recibido de tus padres o de tus antepasados. Esta energía es la que te está dictando tus palabras y acciones; tú no eres tu verdadera soberana o verdadero soberano, es el caballo y no tú el que te está haciendo avanzar y también el que te está haciendo sufrir entre su cárcel de barrotes invisibles.
La energía del hábito te empuja a decir y hacer cosas a pesar de no ser ésa tu intención, algo que te perjudica tanto a ti como a los demás.
Este es un buen ejemplo: “aun sabiendo que si decimos algo desagradable haremos sufrir tanto a quienes nos rodean como a nosotros mismos”, lo decimos igualmente. Más tarde lo lamentamos y exclamamos: “¡No pude evitarlo! el deseo fue más fuerte que yo”. Nos prometemos de todo corazón que la próxima vez no actuaremos así, pero cuando la situación vuelve a repetirse nos comportamos exactamente del mismo modo, haciendo y diciendo cosas que no sólo perjudican a los demás sino también a nosotros mismos. Esta clase de energía es la energía del hábito.
La práctica de detenerte a observar, no significa que tengas que sentarte inmóvil en un lugar, ya que aunque lo hicieras tu mente seguiría viajando al pasado o al futuro o pensando en los proyectos que tienes, y eso no es detenerse.
En nuestro interior hay una especie de reproductor multimedia de audio-vídeo que está funcionando todo el tiempo, sin cesar. Piensas en tal o cual cosa, tarareas canciones, ves una imagen y luego otra. La mente no se detiene nunca. Aunque no digas nada en voz alta, dentro de ti no hay silencio.
El silencio interior nos ayuda a disfrutar de lo que tenemos en el momento presente. Nos permite contemplar una puesta de sol y disfrutar de verdad con ella.
¿Cómo practicar el detenerse para observar? Según nos dice el Mindfulness y el maestro Thich Nhat Hanh, nuestra tarea consiste en tomar consciencia de la energía del hábito y no dejar que nos arrastre.
3 sencillos pasos
Primer paso: El aprendizaje de parar consiste en detenerse, observar qué ocurre en nuestra mente, tomar conciencia de que esta energía está ahí y de que se manifiesta de muchas formas: sonidos, pensamientos, imágenes, relatos, palabras, dictados (te dice lo que hacer y lo que no)…
Segundo paso: Obsérvala y reconócela como la energía del hábito, como la que te dicta en cada instante cómo hacer, cómo no, te incita al recuerdo, te lleva a la preocupación del futuro, te repite frases o canciones, o palabras, te dice si estás bien o no, si has hecho una buena o mala acción en base a si has seguido sus dictados…
Tercer paso: Mírala con amabilidad, sonríele porque cree que todo lo hace de la mejor manera para ti, pues piensa por ti y para ti…, y le puedes decir amablemente:
“Hola, energía del hábito, sé que estás aquí”.
Respira una y otra vez mientras la observas con amabilidad durante unos minutos. Tras ello, elige hacer algo positivo para ti y diferente a lo que te sugiera esa energía, esa inercia.
No consiste en combatir esta energía del hábito; sino en reconocerla con empatía y amabilidad. Recuerda que es algo que está almacenado en el archivo oculto de las memorias de nuestro subconsciente, es heredada. Y además cree que lo que nos dice, dicta y recuerda, es para nuestro beneficio.
Tal vez, en algún momento fue beneficioso en otro contexto, en otro lugar, en otra época, pero ahora mismo no lo es cuando nos induce a continua presión mental momento a momento, manteniéndonos aprisionados entre sus enredos.
Es una práctica maravillosa. Tan sólo haciendo una y otra vez estos 3 sencillos pasos, poco a poco y día tras día, adquiriremos la capacidad de detenernos y observar. Cada día será más sencillo distanciarnos de toda esa maraña mental…, y, poco a poco, aparecerá un camino nuevo desde nuestra posición de obervador/a, que permitirá crear otra energía más potente: la de la elección, la de la calma.
Si aprendernos el arte de detenernos a observar, crearemos la capacidad de tranquilizar nuestro interior y podremos dar calma a nuestro alrededor. La práctica de detenerse a observar sirve para recuperar la calma y tener una mente clara y estable.
Sin serenidad, no podemos afrontar los retos de nuestra vida de manera efectiva.
Detenerte es volver al aquí y al ahora y sentir las maravillas que la vida nos está ofreciendo en ese preciso momento. Si tu mente no se detiene, no estará unida con tu cuerpo, quizá éste permanezca sentado descansando en un lugar, pero tu mente estará en otra parte.
Al detenerte, el cuerpo y la mente se unen, regresan al aquí y al ahora. Se trata de formar equipo, de unir, de saborear el existir del ahora.
Texto basado en las enseñanzas del maestro Thich Nhat Hanh.
Muchas gracias
Gracias a ti