De acuerdo con unas creencias aprendidas en nuestra infancia, que son los cimientos de nuestros pensamientos y actitudes, creemos que tener éxito requiere sufrimiento, afán y esfuerzo, pues “sin dolor, no hay beneficio” y hay que ganarlo “con el sudor de nuestra frente”.
Parece que si no es así, el éxito no tiene valor y lo que ocurre realmente es que sufrimos mucho, sudamos en exceso para conseguirlo, o muchas veces, para no conseguirlo.
¿Qué hemos conseguido con todo ese esfuerzo y dolor? ¿Estamos profundamente en paz?. Aún habiéndolo conseguido sentimos culpabilidad, somos vulnerables a las críticas, queremos tener aún más seguridad y los resentimientos están a flor de piel.
Cuando más tiramos de la cuerda, más enchanchados y desgastados estamos. Entonces nos preguntamos: “¿No hay una manera más fácil?”
La pregunta sería: ¿Estás dispuesto a soltar la cuerda?
Una «pequeña» parte de nosotros se apega a lo familiar, sin importar lo doloroso o ineficiente que sea. Nuestro pequeño ser (ego) en realidad disfruta de una vida empobrecida y de toda la negatividad que conlleva: sintiéndose indigno, invalidado, juzgando a los demás y a nosotros mismos, siendo pomposo, «ganar» siempre y tener «razón», lamentando el pasado, temiendo el futuro, lamiéndonos las heridas, ansiando la seguridad, y buscando el amor en vez de darlo.
Es necesario salir de ese excesivo sufrimiento que nos hace ir de refugio en refugio sin llegar a nosotros mismos. Esos son los refugios de la mente.
Si estamos dispuestos a imaginar una nueva vida para nosotros, que esté caracterizada por un éxito natural, hay que soltar la cuerda, hay que salir de los refugios para vernos cara a cara.
La mente, con sus pensamientos, es dirigida por los sentimientos y cada sentimiento es el cúmulo de muchos miles de pensamientos y creencias.
Cuando se reprimen, suprimen y se trata de escapar de los sentimientos, esta energía suprimida se acumula y se expresa a través de la aflicción psicosomática, los trastornos corporales, las enfermedades emocionales, y la conducta desordenada en las relaciones interpersonales.
Los sentimientos acumulados bloquean el crecimiento personal, así como el éxito en muchas áreas de la vida.